Mi abuela
Mi abuela era una mujer pequeñita, morena, de ojos minúsculos y mirada fija.
La recuerdo siempre arreglada, aunque era viejita desde
que la conocí.
Como fui la menor de cuatro hermanos, mamá siempre me
mandaba ir a acompañarla un rato a su casa por las tardes. Tenía varios gatos y
muchos pajaritos, canarios que silbaban hermoso y periquitos que hacían mucho
ruido. Me enseñaba a limpiar las jaulas y alimentarlos, quizá por eso siempre
me han gustado los pájaros. La llevaba a la parada del autobús pues, así de
ancianita como era, solía ir a visitar a sus hijos, mis tíos. Siempre se la
encargaba al chofer para que la dejara lo más cerca posible de su destino.
Creo que nunca me besó ni me daba nada, ni dulces ni
caricias. Solo conversaba conmigo. Me contaba de los años de juventud en los
que fue soldadera. Se unió a los rebeldes en la Revolución, ahí conoció a mi
abuelo, el coronel, que perdiera la vida en las batallas. De ahí un marido y
otro, casi una decena de hijos y muchos problemas, pero la abuela Julia nunca
se dio por vencida. Creo que no se dio cuenta cuando la Revolución terminó,
como les sucedió a muchos incluyendo al gobierno o a los raros gobiernos que se
sucedían en esa época. México y sus convulsiones, México y su desesperanza. De
la Revolución surgió el llamado «partido», el que se mantuvo al mando del país
a lo largo de más de 75 años. Un partido político nombrado de forma
contradictoria: Revolucionario Institucional. Siempre he pensado que esas dos
palabras no pueden ir juntas, una institución revolucionaria… es una antítesis,
un oxímoron, una paradoja; cosas de los políticos y sus agremiados.
Yo le besaba la mano a Julia y le hablaba de «usted».
Estaba casi sorda, mamá decía que era por el ruido de las balas y los cañones a
los que estuvo expuesta. Le teníamos que habar fuerte. Yo la respetaba, la
quería pues a su modo me demostraba su amor.
Cuando murió lloré mucho. Papá me explicó que las
personas viejas se van primero, eso es la felicidad, me decía: que muera mi
padre, que muera yo y que muera mi hijo, en ese orden; papá tomaba todo al pie
de la letra.
Siempre la he echado mucho de menos, era mi única abuela
y me gustaba saber que tenía una abuela. Aún lloro al recordarla. Julia, la
pequeña mujer, la de ojos breves y mirada artera, siempre firme, siempre sola.
Julia, la soldadera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario