miércoles, 26 de marzo de 2008

YO TENGO UN SOLDADO DE PLOMO

Un día yo, leyendo, absorta en mi lectura, cuidando el sueño de mi pequeña hija, tuve un presentimiento, el cual fue una especie de premonición. Sentí que alguien tocaba con suavidad mi hombro y me decía algo muy breve, susurrante al oído. Traté de cerciorarme de no haber estado soñando o que todo hubiese sido producto de mi imaginación cuando, de repente, percibí una leve ráfaga, un ligero viento que pasaba por mi rostro casi como una caricia y me percaté de la cortina meciéndose en el borde de la ventana. Pensé entonces que yo no habría dejado la ventana abierta pues era septiembre, un mes otoñal y lluvioso. De pronto reconocí que el mensaje era que yo estaba embarazada y de ese dichoso instante hace ya casi 32 años.
Desde ese entonces hasta ahora, mi vida al lado de mi hijo ha sido así, delicada y a la vez franca, abierta, sencilla y maravillosa, como la suavidad del roce de la mano de un ángel tocando apenas un hombro.
Cuando Gerzy nació, tras un inolvidable tiempo de espera, descubrí que mi pequeño bebé tenía cualidades únicas que eran regalo para sus padres y para todos quienes le rodeaban. Una amiga alguna vez dijo de él: la suavidad de su piel y la intensidad de su mirada son incomparables. Y yo agregué en mi pensamiento: no sólo es suave y firme, es tierno, dulce, risueño, feliz y además nos prodiga a todos deliciosos momentos.
Al pasar de los años aquel pequeño ser suave y firme se convirtió en un niño alegre, gracioso, amable y cuidadoso.
Adversas circunstancias causaron un giro en nuestras vidas y fue así como mi hijo, aún siendo un niño tuvo que enfrentar uno de los dolores más fuertes, pero lo hizo con tal estoicismo y madurez que desde entonces le llamé “mi valiente Soldadito de Plomo”.
Quien conoce a Gerzy lo quiere y lo respeta, es un ser fácil de amar. Mi hijo es un adulto joven sensato y prudente, cualidades que mostraba desde niño. Su alto espíritu de responsabilidad, su talento e inteligencia lo han llevado a enfrentar una profesión intrincada, altamente compleja. Sin embargo, con paciencia y esmero, dos de sus tantas virtudes, poco a poco le acercan a la meta.
No puedo decir en un breve espacio y con palabras comunes y cotidianas, todo lo que me ha dado mi hijo, este Soldadito que presentí de manera sorprendente en mi vida. No puedo reducir o compilar en forma simple sus altos atributos y la calidez de su amor, su amada compañía, sus ingeniosas bromas o sus muchas capacidades como hombre y como ser humano.
Pero sí puedo decir que desde pequeño logró mi más alta admiración, que todos y cada uno de sus pasos han sido conducidos con elegancia y aplomo. Puedo también asegurar que todo aquel que lo conoce manifiesta una expresión llena de buenos y verdaderos sentimientos hacia él.
Su gran nobleza es parte de su férreo y sólido sentido del deber, de la amistad, del amor.
De pequeño, ah, cómo recuerdo esa carita… solía sentarse en mis piernas y mirarme largamente, me pedía que le contara historias y mientras él con su manita hacía pececitos en mi cara.
De adolescente, fue la antítesis de la adolescencia, siempre sensato y prudente, esmerado en sus quehaceres, comprensivo y sereno, cualidades que ha atesorado y de las cuales su hermana Tania y su sobrina, Ivy, quien lo adora, entre muchas otras personas de la familia y amigos, hemos recibido con asombrosa dosis de paciencia y sentido común.
Un día, en época de Navidad cuando Gerzy estuvo en México, tras haber vivido en Brasil por algún tiempo como parte de sus estudios, me regaló un libro de poesía, era de poesía brasileña y, por supuesto, estaba escrito en portugués; como yo ya me iba a dormir le pedí que me leyese algunos versos pues la fluidez con la que él manejaba el idioma no se podía comparar con mi torpeza en la lectura. Aceptó y se sentó junto a mí y así, suavemente, como siempre ha sido mi relación con mi hijo, me fui quedando dormida, adormecida, agradecida entre la belleza del poema y su cálida compañía.
Dios me ha dado el regalo de un hijo excepcional: amable, responsable, sincero y generoso. Espero poder gozar por mucho tiempo más la dicha de estar cerca de ti, amado hijo, de aprender de tu bondad, de maravillarme con tus logros y de recibir de ti las lecciones de amor y de confianza que me prodigas día a día.
Gracias por darme siempre tu aplomo, mi valiente Soldado!
ana



 Susana Arroyo-Furphy - 2008

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