viernes, 13 de diciembre de 2013

Dra. Helena Beristáin - En su memoria

Me he enterado de la muerte de la Dra. Helena Beristáin. Fue una especie de colapso para mí. No pude contener el llanto.
La conocí en 1989, cuando empezaba la maestría en Lingüística en la UNAM al tiempo de dar inicio a la tesis de cuyo contenido, título y secciones ya tenía todo claro. Solamente me faltaba un asesor. Cuando empecé a hablar con ella descubrí cómo emanaban de sus labios los conocimientos. Parecía sembrar flores en mi páramo. Me sentí subyugada por el encanto que ejerció en mí y desde entonces hasta el año 2000, casi once años después de haberla conocido, mantuvimos una relación muy cercana. Yo, siempre la pupila, ella, siempre la maestra. 
Tras la maestría, vino el doctorado y con él las noches de insomnio, las pesadillas, el trabajo abrumador, mi familia, mis problemas que se hacían cada vez más grandes. La tesis que se hacía cada vez más infernal.
No puedo negar que hubo problemas entre nosotras, piedras en el camino. Llanto por no poder estar a su altura. 
En los últimos años, tras mi autoexilio en Australia, mantuvimos escasa pero constante comunicación. Me felicitaba por mis textos, la sentía más cercana, menos rígida. 
Pero últimamente advertí la ausencia de sus respuestas. Temí que alguna enfermedad se hubiese apoderado de ella y que me la arrebatara y llevara al mundo de las tinieblas. Tenía su teléfono pero algo me impidió llamarla. 
De vez en cuando buscaba en internet noticias suyas. Hay un vídeo en el que la entrevistan. Al verla y oírla ahora, tras su muerte, siento escalofrío. La recuerdo, igualita.
Un colegio lleva su nombre, lo cual me da mucho gusto pues ser maestra lo llevaba en la piel, en las entrañas.
En el 2005 le mandé un poema que escribí a mi hermano Alejandro, que había muerto. El poema se llama "El arco iris y la banda de Alejandro" y dice así:

Si la luz es una simple onda
y las gotas de lluvia son esféricas,
uniformes y constantes
para atravesarla,
se presume que entonces
y sólo entonces
se crea un arco iris.
            La luz se dispersa
se refracta                    se refleja
en las gotas de agua
que c   
           a
              e
                 n
                                    precipitadas.
La cresta del arco iris es más alta
si baja el Sol 
quien con la lluvia 
debe trabajar
incesante e incansablemente
para que juntos,entonces, 
formen los siete colores.
Pero el arco iris 
es solo
un fantasma                 una imagen.
El que yo miro no es el mismo
que aquél que tú puedes ver.
Si yo lo imagino quizá lo creo en mi mente.
¿Lo miras como yo?
¿Es tan bello?
Hay uno doble que tiene
entremedio
una franja oscura llamada
Banda de Alejandro.
Recuerdo que hace tiempo
regalé -a otro Alejandro- un arco iris
hecho de besos y sonrisas,
pero ya no pudo mirarlo.

He buscado en mi correo esa fecha y he hallado su respuesta:

Querida Susana:
    Mi más sentido pésame y muchos deseos de buena suerte para el futuro.
                    Helena Beristáin

Luego vinieron algunas reseñas, un cuento. Poemas, textos, publicaciones que inocentemente le enviaba con la intención de que cayeran en su buzón como de casualidad.
Dejé de llamarla "doctora" y me atreví a dirigirme a ella por su nombre. Le decía, con respeto, "Helena, me han publicado esto...". 
Una vez me respondió algo que casi enmarco, lo guardo impreso en mi cajón de objetos valiosos:

Querida Susana:
    Pues ya no me cabe la menor duda. Eres una escritora, en verso y en prosa, en un lenguaje artístico y también en un lenguaje práctico, referencial.
    Tienes el don. Ya lo traes en la sangre. Te felicito. Que te sucedan mil cosas buenas y bellas.
                                            Helena Beristáin

Ese día sentí que flotaba. Alguien que me había hecho "la vida de cuadritos" durante más de ocho años (pues los dos años de la maestría ambas nadábamos como peces hermanados por el agua), ahora me halagaba... era pertinentemente irreal. 
En el 2008 ya éramos casi amigas. Nunca me atreví a tutearla. Escribía y resscribía los mensajes que le mandaba pues no me habría perdonado (yo misma) ningún error. 
Entonces llegó esa su respuesta, tan suya, tan directa. Me hizo el día, la semana, el mes, el año, la vida después de ese comentario a mi artículo sobre "Cantinflas". Era parte de una trilogía que tuvieran a bien publicarme en aquella revista en la que solía participar, "Hontanar". 
Y ella, mi adorada Helena, me dijo:

Gracias, querida Susana.
    ¡Qué bien escribes! Es excelente ese fragmento de un artículo tuyo (tres páginas y media).
    Cantinflas se sigue presentando en los canales de televisión. Yo (que casi no veo nada más que las noticias), a veces me he vuelto a hallar una de sus películas y las disfruto muchísimo.
    Una vez, hace muchos años, un sábado por la mañana, buscando yo algún objeto en una enorme tienda, casi vacía a esa hora, me lo encontré. Me vio, y comenzó a actuar como su personaje de película, para hacerme reír, supongo.  Era genial.
    Que te sucedan muchas cosas buenas y bellas.
                                                Helena
Era y ha sido la persona a quien más he admirado profesionalmente. Nunca descansaba -ni en domingo- decía que ya tendría la eternidad para descansar.
Cada vez que me he dejado llevar por cierta holgazanería (normal en las personas simples y normales), pienso que Helena, mi madre putativa, como le decía en mis adentros, me lo reprocharía. Así que o dejaba de ser holgazana o dejaba de pensar en ella.
Hubo mucho entre nosotras, cariño, quizá un poco de odio en algunos momentos difíciles. Pero lo que nunca dejé fue de admirarla. Su carácter, su determinación, su espíritu combativo y de trabajo constante, han sido mi ejemplo a seguir.
Ahora, tras su muerte, siento un gran vacío. 
Me duele que se haya ido, me duele no tener alguno de sus tantos libros, de los que leyera cientos de veces pues los sabía casi de memoria. Me duele no haber escuchado su voz en los últimos años. 
Y lo que más me duele es no haber hecho nunca esa llamada para decirle cuánto la quería.

Susana Arroyo-Furphy
Diciembre de 2013