jueves, 27 de marzo de 2008

POEMA DE MARCE LÓPEZ SALGADO

MI ÚLTIMO SORBO DE CAFÉ

Es marzo, y al parecer las hojas de los árboles siguen cayendo seguidas por la nube blanca que no les deja reposar,
Es marzo, y la nieve no me permite trabajar en mi computadora como todas las mañanas, me envuelve, me domina,
Prefiero coger mi café y sentarme en el sillón azul recién lavado,
Respirar y en cada sorbo sentir la nieve que poco a poco va cayendo por el otro lado de la ventana,
Es marzo, ¿y no debería estar viendo flores multicolores al lado de este árbol?
Algo ha pasado con el mundo,
Es marzo, y está nevando.
Me siento perpleja, absorta, displicente, triste, feliz, enamorada,
Tomo otro sorbo a mi café y lo disfruto,
Cuento las plumas de nieve y escucho el viento,
Disfruto mis 25 grados en mi sillón azul recién lavado,
Respiro, me acurruco,
Mi cara dibuja una sonrisa. Realmente lo estoy disfrutando,
Es maravilloso,
Es marzo,
Está nevando,
Y yo estoy aquí…tomando mi último sorbo de café.

miércoles, 26 de marzo de 2008

POEMA DE ROBERTO DOMÍNGUEZ











La jacaranda es mi aliterada cúpula púrpura.
Como se repiten los árboles en la ciudad.
Como se repiten las ramas en el árbol.
Como se repiten los racimos en una rama .
Como se repiten las flores en el racimo.
Como se repiten los colores en cada flor.
Como se repiten esas flores en mi vida,
en mi casa, en mi árbol y en mi sombra.


YO ESCRIBO

Amigos míos, muy queridos míos,
He deseado dar inicio a este espacio para todos aquellos que deseen participar.
No haremos evaluaciones ni juicios. Nada. Solamente escribiremos por el placer de escribir con dignidad y con respeto.

¡¡¡¡BIENVENIDOS!!!!

YO TENGO UN SOLDADO DE PLOMO

Un día yo, leyendo, absorta en mi lectura, cuidando el sueño de mi pequeña hija, tuve un presentimiento, el cual fue una especie de premonición. Sentí que alguien tocaba con suavidad mi hombro y me decía algo muy breve, susurrante al oído. Traté de cerciorarme de no haber estado soñando o que todo hubiese sido producto de mi imaginación cuando, de repente, percibí una leve ráfaga, un ligero viento que pasaba por mi rostro casi como una caricia y me percaté de la cortina meciéndose en el borde de la ventana. Pensé entonces que yo no habría dejado la ventana abierta pues era septiembre, un mes otoñal y lluvioso. De pronto reconocí que el mensaje era que yo estaba embarazada y de ese dichoso instante hace ya casi 32 años.
Desde ese entonces hasta ahora, mi vida al lado de mi hijo ha sido así, delicada y a la vez franca, abierta, sencilla y maravillosa, como la suavidad del roce de la mano de un ángel tocando apenas un hombro.
Cuando Gerzy nació, tras un inolvidable tiempo de espera, descubrí que mi pequeño bebé tenía cualidades únicas que eran regalo para sus padres y para todos quienes le rodeaban. Una amiga alguna vez dijo de él: la suavidad de su piel y la intensidad de su mirada son incomparables. Y yo agregué en mi pensamiento: no sólo es suave y firme, es tierno, dulce, risueño, feliz y además nos prodiga a todos deliciosos momentos.
Al pasar de los años aquel pequeño ser suave y firme se convirtió en un niño alegre, gracioso, amable y cuidadoso.
Adversas circunstancias causaron un giro en nuestras vidas y fue así como mi hijo, aún siendo un niño tuvo que enfrentar uno de los dolores más fuertes, pero lo hizo con tal estoicismo y madurez que desde entonces le llamé “mi valiente Soldadito de Plomo”.
Quien conoce a Gerzy lo quiere y lo respeta, es un ser fácil de amar. Mi hijo es un adulto joven sensato y prudente, cualidades que mostraba desde niño. Su alto espíritu de responsabilidad, su talento e inteligencia lo han llevado a enfrentar una profesión intrincada, altamente compleja. Sin embargo, con paciencia y esmero, dos de sus tantas virtudes, poco a poco le acercan a la meta.
No puedo decir en un breve espacio y con palabras comunes y cotidianas, todo lo que me ha dado mi hijo, este Soldadito que presentí de manera sorprendente en mi vida. No puedo reducir o compilar en forma simple sus altos atributos y la calidez de su amor, su amada compañía, sus ingeniosas bromas o sus muchas capacidades como hombre y como ser humano.
Pero sí puedo decir que desde pequeño logró mi más alta admiración, que todos y cada uno de sus pasos han sido conducidos con elegancia y aplomo. Puedo también asegurar que todo aquel que lo conoce manifiesta una expresión llena de buenos y verdaderos sentimientos hacia él.
Su gran nobleza es parte de su férreo y sólido sentido del deber, de la amistad, del amor.
De pequeño, ah, cómo recuerdo esa carita… solía sentarse en mis piernas y mirarme largamente, me pedía que le contara historias y mientras él con su manita hacía pececitos en mi cara.
De adolescente, fue la antítesis de la adolescencia, siempre sensato y prudente, esmerado en sus quehaceres, comprensivo y sereno, cualidades que ha atesorado y de las cuales su hermana Tania y su sobrina, Ivy, quien lo adora, entre muchas otras personas de la familia y amigos, hemos recibido con asombrosa dosis de paciencia y sentido común.
Un día, en época de Navidad cuando Gerzy estuvo en México, tras haber vivido en Brasil por algún tiempo como parte de sus estudios, me regaló un libro de poesía, era de poesía brasileña y, por supuesto, estaba escrito en portugués; como yo ya me iba a dormir le pedí que me leyese algunos versos pues la fluidez con la que él manejaba el idioma no se podía comparar con mi torpeza en la lectura. Aceptó y se sentó junto a mí y así, suavemente, como siempre ha sido mi relación con mi hijo, me fui quedando dormida, adormecida, agradecida entre la belleza del poema y su cálida compañía.
Dios me ha dado el regalo de un hijo excepcional: amable, responsable, sincero y generoso. Espero poder gozar por mucho tiempo más la dicha de estar cerca de ti, amado hijo, de aprender de tu bondad, de maravillarme con tus logros y de recibir de ti las lecciones de amor y de confianza que me prodigas día a día.
Gracias por darme siempre tu aplomo, mi valiente Soldado!
ana



 Susana Arroyo-Furphy - 2008

VOY A CUMPLIR 35 AÑOS



Voy a cumplir 35 años
Sí, dentro de un par de meses cumpliré 35 años de ser madre. Mi hija Tania, la mayor de mis hijos, cumplirá 35 años.
Quizá parece fácil decir que uno tiene 35 años de ser madre. Me habría gustado saber lo que pudo pensar mi mamá cuando esos 35 años eran de mi hermano, el mayor, quien ya no puede decirme lo que sucedió en su vida cuando mamá, nuestra mamá, cumplía esos 35 años, porque ya se ha ido.
Y digo ésos y no otros, puesto que el hecho de ser madre por primera vez no solamente cambia la vida de una mujer para siempre sino que la mantiene alerta, despierta, siempre preocupada por lo que pueda pasarle a ese hijo o hija, a este otro a quien se quiere igual, se le ama totalmente.
Yo sé que cumplir 10 años de ser madre o 20 o 30 o 40 es, y debe ser, altamente significativo. Pero de alguna manera singular, yo me he detenido a pensar en estos momentos de mi vida sobre el largo recorrido de 35 años.
He visto nacer a mi hija. La he sentido aún dentro de mí dando saltos y la he podido mirar, oler, tocar aún entre resuellos del dolor físico y el encanto, gran encantamiento, al verla nacer. Creo que no debería llamarse “alumbramiento” cuando una mujer da a luz sino “deslumbramiento”. Yo recuerdo haberme sentido deslumbrada por esa pequeña criatura, hecha de mí y de su padre, de mi sangre, de mi alimento. La recuerdo pequeñita, frágil, suave, bella.
Nunca olvidaré que mi padre, mi amado y gallardo padre, elegante, alto y esbelto llegó a visitarme al hospital llevándome un inmenso y maravilloso ramo de rosas intensamente rojas. Fue a visitar a la pequeña y regresó con una gran sonrisa diciéndome: “Hija, volviste a nacer pero en bonito”. Yo lloraba de la risa, él se dio cuenta de lo que había dicho y trató de disculparse. Yo nunca he tenido algún resentimiento por lo que dijo, pues siempre, aún ahora a los 35 años del alumbramiento, sigo deslumbrada por la belleza interior y exterior de mi hija.
Muchos de los médicos y las enfermeras del hospital fueron a ver a la bebita del cuarto piso que tenía las pestañas más largas jamás vistas.
La he visto crecer, he vivido cada una de sus travesuras de infancia. Recuerdo que la llevaba a dar paseos al parque de la colonia Guadalupe Tepeyac donde vivíamos y la gente me preguntaba si era mi hermanita. Era tan perfecta, tan exquisita que yo no dejaba de mirarla. Sus enormes ojos almendrados me cautivaban y lograban cautivar a quienes la rodeaban.
Largas horas e inolvidables momentos vivimos juntas antes de que naciera su hermanito. Cantábamos e inventábamos canciones. Nos dormíamos juntas y nos arrullaba la luna a través de su ventana.
La niñez y la adolescencia de Tania no pasaron como un abrir y cerrar de ojos, no pasaron, se detuvieron, se vivieron rotunda, densa, intensa, contundentemente; con éxitos y sonrisas entre bailes, cantos, poesía, ballet y cientos de actividades, pues mi hija era y es una Tania en constante movimiento; y llegó el final de la adolescencia, abruptamente, con tristezas.
Pero no quiero hablar de las tristezas que hemos vivido, quiero hablar de la vida, de la alegría que mi hija me ha dado a lo largo de estos 35 años. Y sí, lo debo decir de manera pausada: t r e i n t a y c i n c o a ñ o s.
Apenas empezando a ser mujer, mi bella hija fue madre y me convirtió en una de las abuelas más jóvenes, cuando yo apenas tenía 39. Recuerdo que mis amigos de la Normal me dijeron que no era justo hacerlos abuelos tan pronto; mis amigas tenían hijos adolescentes cuando yo empecé a comprar ropita de bebé, aretitos, regalos para mi adorada nieta, mi Ivy.
La vida ha llevado a mi hija por senderos abruptos y a veces dolorosos, pero ella siempre con la frente muy en alto, con ese orgullo mezclado con pasión y fuerza que la hacen inquebrantable, franca, valerosa, misteriosa y seductora, nunca se ha dejado vencer.
Ahora, en el umbral de los 35, Tania tiene una hija bellamente adolescente, con todos los contras y los escasos pros que eso significa. Tania, mi hija, tiene una compañera, como yo tuve y he tenido la mía. Tiene un ser envuelto en voluptuosidad, mágica, indestructible como su madre, con la fuerza que heredara e imitara de su mejor ejemplo.
La historia se repite pero renovada, mejor, como diría mi padre.
Y he aquí que ahora, en esta pausa en el camino de mi vida, me tomo un respiro para mirar atrás y recordar… y lo que mi mente recuerda está lleno de esa mirada cautivadora, de esa sonrisa franca y alegre, de la maravilla de tener una hija madura, fuerte, segura de enfrentarse al mundo con la valentía con la que ha enfrentado las adversidades y con la ingenuidad de un corazón limpio y puro.
Hija mía, gracias por tus 35 años en mi vida. Gracias por ser mi mejor amiga, hermana, hija, compañera. Gracias por existir y por darme tanta dicha.
Te adoro,
ana
 Susana Arroyo-Furphy - 2008

YO ESCRIBO

Amigos míos, muy queridos míos,

He deseado dar inicio a este espacio para todos aquellos que deseen participar.

No haremos evaluaciones ni juicios. Nada. Solamente escribiremos por el placer de escribir.

¡¡¡¡BIENVENIDOS!!!!