miércoles, 26 de marzo de 2008

VOY A CUMPLIR 35 AÑOS



Voy a cumplir 35 años
Sí, dentro de un par de meses cumpliré 35 años de ser madre. Mi hija Tania, la mayor de mis hijos, cumplirá 35 años.
Quizá parece fácil decir que uno tiene 35 años de ser madre. Me habría gustado saber lo que pudo pensar mi mamá cuando esos 35 años eran de mi hermano, el mayor, quien ya no puede decirme lo que sucedió en su vida cuando mamá, nuestra mamá, cumplía esos 35 años, porque ya se ha ido.
Y digo ésos y no otros, puesto que el hecho de ser madre por primera vez no solamente cambia la vida de una mujer para siempre sino que la mantiene alerta, despierta, siempre preocupada por lo que pueda pasarle a ese hijo o hija, a este otro a quien se quiere igual, se le ama totalmente.
Yo sé que cumplir 10 años de ser madre o 20 o 30 o 40 es, y debe ser, altamente significativo. Pero de alguna manera singular, yo me he detenido a pensar en estos momentos de mi vida sobre el largo recorrido de 35 años.
He visto nacer a mi hija. La he sentido aún dentro de mí dando saltos y la he podido mirar, oler, tocar aún entre resuellos del dolor físico y el encanto, gran encantamiento, al verla nacer. Creo que no debería llamarse “alumbramiento” cuando una mujer da a luz sino “deslumbramiento”. Yo recuerdo haberme sentido deslumbrada por esa pequeña criatura, hecha de mí y de su padre, de mi sangre, de mi alimento. La recuerdo pequeñita, frágil, suave, bella.
Nunca olvidaré que mi padre, mi amado y gallardo padre, elegante, alto y esbelto llegó a visitarme al hospital llevándome un inmenso y maravilloso ramo de rosas intensamente rojas. Fue a visitar a la pequeña y regresó con una gran sonrisa diciéndome: “Hija, volviste a nacer pero en bonito”. Yo lloraba de la risa, él se dio cuenta de lo que había dicho y trató de disculparse. Yo nunca he tenido algún resentimiento por lo que dijo, pues siempre, aún ahora a los 35 años del alumbramiento, sigo deslumbrada por la belleza interior y exterior de mi hija.
Muchos de los médicos y las enfermeras del hospital fueron a ver a la bebita del cuarto piso que tenía las pestañas más largas jamás vistas.
La he visto crecer, he vivido cada una de sus travesuras de infancia. Recuerdo que la llevaba a dar paseos al parque de la colonia Guadalupe Tepeyac donde vivíamos y la gente me preguntaba si era mi hermanita. Era tan perfecta, tan exquisita que yo no dejaba de mirarla. Sus enormes ojos almendrados me cautivaban y lograban cautivar a quienes la rodeaban.
Largas horas e inolvidables momentos vivimos juntas antes de que naciera su hermanito. Cantábamos e inventábamos canciones. Nos dormíamos juntas y nos arrullaba la luna a través de su ventana.
La niñez y la adolescencia de Tania no pasaron como un abrir y cerrar de ojos, no pasaron, se detuvieron, se vivieron rotunda, densa, intensa, contundentemente; con éxitos y sonrisas entre bailes, cantos, poesía, ballet y cientos de actividades, pues mi hija era y es una Tania en constante movimiento; y llegó el final de la adolescencia, abruptamente, con tristezas.
Pero no quiero hablar de las tristezas que hemos vivido, quiero hablar de la vida, de la alegría que mi hija me ha dado a lo largo de estos 35 años. Y sí, lo debo decir de manera pausada: t r e i n t a y c i n c o a ñ o s.
Apenas empezando a ser mujer, mi bella hija fue madre y me convirtió en una de las abuelas más jóvenes, cuando yo apenas tenía 39. Recuerdo que mis amigos de la Normal me dijeron que no era justo hacerlos abuelos tan pronto; mis amigas tenían hijos adolescentes cuando yo empecé a comprar ropita de bebé, aretitos, regalos para mi adorada nieta, mi Ivy.
La vida ha llevado a mi hija por senderos abruptos y a veces dolorosos, pero ella siempre con la frente muy en alto, con ese orgullo mezclado con pasión y fuerza que la hacen inquebrantable, franca, valerosa, misteriosa y seductora, nunca se ha dejado vencer.
Ahora, en el umbral de los 35, Tania tiene una hija bellamente adolescente, con todos los contras y los escasos pros que eso significa. Tania, mi hija, tiene una compañera, como yo tuve y he tenido la mía. Tiene un ser envuelto en voluptuosidad, mágica, indestructible como su madre, con la fuerza que heredara e imitara de su mejor ejemplo.
La historia se repite pero renovada, mejor, como diría mi padre.
Y he aquí que ahora, en esta pausa en el camino de mi vida, me tomo un respiro para mirar atrás y recordar… y lo que mi mente recuerda está lleno de esa mirada cautivadora, de esa sonrisa franca y alegre, de la maravilla de tener una hija madura, fuerte, segura de enfrentarse al mundo con la valentía con la que ha enfrentado las adversidades y con la ingenuidad de un corazón limpio y puro.
Hija mía, gracias por tus 35 años en mi vida. Gracias por ser mi mejor amiga, hermana, hija, compañera. Gracias por existir y por darme tanta dicha.
Te adoro,
ana
 Susana Arroyo-Furphy - 2008

1 comentario:

TINITO dijo...

HOLA SUSY, ME ES MUY GRATO SALUDARTE, SIN QUERER ME ENCONTRE CON TU BLOGGER, ME HE LLEVADO UNA GRAN SORPRESA....ME ACUERDO DE TU NIETA Y DE TU HIJA EN TU CASA, HACE CASI DIEZ AÑOS...ME PARECE INCREIBLE COMO HAN PASADO LOS AÑOS...TE FELICITO POR EL GRAN AMOR QUE LES TIENES...NO SABES CUANTO TE ADMIRO...DEBERAS....NO ES CEBOLLAZO,,,,ME GUSTARIA ESCRIBIR COMO TU....QUIERO QUE SEPAS QUE TE SIGO LEYENDO CON LA MISMA EMOCION, COMO DESDE EL PRIMER DIA....CREO QUE NO ME CANSARIA DE HACERLO...YA CON UN POCO MAS DE TIEMPO, TE PODRE PLATICAR UN POCO DE LO QUE YO ANDO HACIENDO POR ACA...TE MANDO UN ABRAZO MUY FUERTE Y QUE DIOS TE BENDIGA SIEMPRE....XOXO.
GRH.