He leído los Cuentos Cínicos, de
Carlos Bracho; de Carlos Bracho he depurado sus cuentos. Y podría decir que los
he leído cínicamente pues solo con esa suerte de conspiración se puede leer
algo que ha sido escrito con vehemencia, con una doble intencionalidad del que
sabe y reconoce algo que se ha dejado al descubierto: lo indecible, lo
inaudible, lo innombrable.
El constante juego de palabras, el justo adjetivo que descubre la belleza
de lo casual, de lo cotidiano así como de lo onírico o lo que ha sido
simplemente pensado o figurado, son algunas de las marcas de la prosa de Carlos
Bracho.