Para Lupita, con todo mi amor.
Una de las razones, casi la más importante, de haberme casado con Lina fue el hecho de que me sentí embrujado por sus hermosas manos. Nunca he conocido ni conoceré -lo puedo asegurar- unas manos más bellas que las de mi esposa.
Conocí a Lina en una fiesta, una de ésas que lo invitan a uno después de la oficina. Había música de los Beatles alternada con Mike Laure; ora bailábamos, ora conversábamos. El anfitrión, Germán Santillán, nos pasaba bandejas con “cubas libres” o con coca-cola pues las chicas normalmente, bueno, en esos tiempos, no bebían. El tequila era el rechazado ausente en los años 70. El predilecto era el ron, a veces algún cóctel como “medias de seda” o “desarmador”, pero nada más.
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Susana Arroyo-Furphy
El cuento completo está en:
http://contracorriente.webs.com/tintadealfaguara.htm
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