El hombre ha
tenido un objetivo desde su presencia en el mundo. Su objetivo ha sido claro,
ha decidido adueñarse de los elementos.
En el
principio de la humanidad el fuego ocupaba un papel preponderante, si no
ineluctable en la vida del homo sapiens
sapiens. Desde que se ha registrado el establecimiento de nuestra especie y
subespecie como “hombre” se tiene conocimiento de la necesidad de la
supervivencia por medio del control del fuego, el cual sirvió como fuente de
supremacía de esta especie homínida, el homo sapiens, o el hombre, sobre las
demás.
Fue así como
el hombre logró subsistir. Sin el conocimiento y dominio del elemento fuego, no
habría podido mantener su existencia en el planeta.
Más tarde, a
causa de las migraciones hacia tierras más amables que le permitieran al hombre
lograr su existencia y propagación, encontró la necesidad de controlar la
tierra. Así fue como se hizo sedentario. Nació la agricultura y con ella el
control de lo que la tierra podía producir para su beneficio y satisfacción.
Luego, las conquistas, la tierra era no solamente de control del hombre sino de
su dominio. La necesidad de expandirse no fue simplemente resultado de la
ambición desmedida de posesión sino de un absoluto y ardiente deseo de control.
Las conquistas, los llamados descubrimientos de otros mundos, las guerras, las
coaliciones, los derechos de paz, los tratados, los gobiernos, todo se ha
determinado en relación con el control de la tierra.
El agua ha
sido el tercer elemento que el hombre ha controlado. Ha logrado recuperarla y
la ha preservado para satisfacer sus necesidades de limpieza y alimento, la pesca
realizada en las costas que rodean las tierras poseídas y su investigación para
conocer sus capacidades son parte del control que el hombre ha desarrollado en
ese elemento vital. Sin agua no hay vida pero sin tierra y fuego, tampoco.
Desde los
inicios del siglo XX el hombre ha intentado, deseado y materializado su control
del cuarto elemento, el más etéreo, el aire. El dominio de este elemento se ha
dado desde viajar sobre él. Los vuelos tanto comerciales como de transporte de
documentos y mercancías, viajes de regocijo, de cambio de vida, de visita, de
negocios, en fin, de toda la gama de posibilidades al alcance de las cada vez
más enriquecidas líneas aéreas para lograr la satisfacción de algunos o de
muchos, llenan los deseos y los sueños de una gran parte de los moradores del
planeta.