Recordó su voz en
aquella iglesia. Hacía más de diez años que visitaron aquel lugar. Ella reía
con su risa de niña adulta y tú no comprendías bien a bien lo que pasaba.
Tu pasado eclesial
era contundente y te gustaba el ambiente religioso, no te parecía extraño. Pero
ella, que te había llevado hasta esa hondonada, reía tontamente llevada de su
loca travesura, sin saber lo que en ti rememoraba aquél ambiente cargado de
misticismo. Ahora lo recuerdas todo.
A veces las noches
de pasión pueden convertirse en un desastre si se hace la pregunta equivocada y
se devuelve la respuesta equivocada. ¿Por qué ella preguntó lo que debería
estar olvidado? Y de tu boca salió la verdad, la horrible verdad.
Entonces, un halo
indecente de inocencia te envolvía. Y creíste que la verdad era imprescindible.
Funesto error. Todo se vino abajo. Y de un tálamo nupcial aquello se convirtió
en una guerra sin cuartel con acusaciones, señalamientos, ofensas y el choque
terrible de los orgullos heridos.
Ahora recuerdas
cómo saliste al balcón en plena noche y las montañas que rodeaban el santuario
religioso te parecían cuerpos de fantasmas gigantes que se comerían tus
entrañas sin compasión.
Recuerdas también
que no entraron nunca al santuario mariano. Tal vez eso hubiera calmado los
ánimos. Pero, en vez de eso, cuando amaneció, huyeron rumbo a otro paisaje, con
una herida abierta que no cerró jamás y que, al final, rezumó la podredumbre de
la desconfianza y acabó con el amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario