miércoles, 31 de julio de 2019

Ella


Ella

Ella no tiene los ojos negros ni el pelo oscuro.
Ella no se sienta a escuchar el silencio.
Ella sabe usar los binoculares en el concierto.
Ella no sube a los autobuses repletos de gente
ni es manoseada por las manos pestilenes.
Ella no alarga los centavos
para poder llegar a fin de mes.
Ella lee a Foucault y se estremece.
Ella no sufre por la pobreza.
No bebe un café frío por las mañanas
en una taza de peltre oxidada.
Ella no siente dolor ni frío.
No tiene eternos catarros que se revuelven entre los catarros de otros pasajeros.
Ella no tiene en las bellas y blancas manos un billete sucio
de cinco pesos.
Sus manos, las de ella, sienten la tibieza del roce de otra mano cada día
y por las noches el delicado vaivén de un cuerpo que la adora.
Ella escucha a Bach y al cuarteto en la sala privada
Ella no ha vivido tantas muertes…
Vive rodeada de amor, de alegría.
Disfruta las veladas con suave música y viandas selectas.
Ella no lleva el pecado, no lleva el dolor de la herrumbre,
no se descubre llena de rencor,
no sufre por las noches como un alma en pena
que acaso puede conciliar el sueño
por el cansancio de los huesos,
de las manos, del trabajo pesado que la tortura.
No reza a escondidas, no se santigua todo el día.
No va a la iglesia de rodillas y pide a la Virgen del Carmen
por salud para sus hijos
y un poco de dinero,
no le teme a Dios.
Ella no pinta de cal las paredes.
Ella no tiene un marido de mirada triste. No tiene un marido.
Ella no tiene el cuerpo cansado de estrías renovadas.
Ella no muere a los 40.


© Susana Arroyo-Furphy
2019

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