El recuerdo, la imagen, llega pronta a mi yo consciente, de la misma manera desaparece. Ahí está mi hermano, ¿está...?
Hay tres personas, no, es alguien conocido, creo que un vecino o el maestro de ética de la escuela de mi hija.
Sin embargo, las imágenes desaparecen con tal rapidez que no logro apresar una que contenga al menos una idea coherente.
Sé que era un sueño, pero hace un par de horas le dije a mi marido que soñé que había un paquete de marinara en la nevera y que había pensado preparar una pasta, al lo que él me dijo: -Sí, hay un paquete de marinara. –No- le dije, -lo soñé. Él, medio confundido, desesperado y sin hacerme caso dijo que él cocinaría hoy pues yo había cocinado ayer. Cambio de tema. No soñé que había un paquete de mariscos, realmente estaban en el cajón de la nevera. ¿Cuándo la abrí? ¿Y por qué puse el cerrojo al mosquitero de la sala si mi esposo estaba afuera? ¿Lo puse? ¿Me estará dando una enfermedad mental como Alzheimer o demencia o...? ¿Y los sueños inacabados...? Y las confusiones... sueño/realidad.
Otro día. Ahora hay más imágenes o, mejor dicho, las imágenes son más claras. Yo seguía una fila de personas, no recuerdo para qué ni a dónde, pero ahí iba. De pronto me encontré con una especie de escalera de piedra y una especie de balcón y entonces quienes yo iba siguiendo iban del otro lado, es decir en dirección opuesta a mí, sin embargo yo continuaba siguiendo a otras personas. Alguien me ayudó a subir esos altos, resbalosos y difíciles escalones de piedra y pude pasar del otro lado entre algunas matas. Eso es todo. Hay más, pero por el momento no lo recuerdo.
Reconozco que me molestan muchas cosas, que no soy una persona fácil. Me molesta tener las gafas sucias o con alguna brizna o empañadas, me molesta que los perros ladren de manera intermitente, ¿no se escuchan a sí mismos?
Susana Arroyo-Furphy