viernes, 13 de febrero de 2009

EL RECUERDO

El recuerdo, la imagen, llega pronta a mi yo consciente, de la misma manera desaparece. Ahí está mi hermano, ¿está...?
Hay tres personas, no, es alguien conocido, creo que un vecino o el maestro de ética de la escuela de mi hija.
Sin embargo, las imágenes desaparecen con tal rapidez que no logro apresar una que contenga al menos una idea coherente.
Sé que era un sueño, pero hace un par de horas le dije a mi marido que soñé que había un paquete de marinara en la nevera y que había pensado preparar una pasta, al lo que él me dijo: -Sí, hay un paquete de marinara. –No- le dije, -lo soñé. Él, medio confundido, desesperado y sin hacerme caso dijo que él cocinaría hoy pues yo había cocinado ayer. Cambio de tema. No soñé que había un paquete de mariscos, realmente estaban en el cajón de la nevera. ¿Cuándo la abrí? ¿Y por qué puse el cerrojo al mosquitero de la sala si mi esposo estaba afuera? ¿Lo puse? ¿Me estará dando una enfermedad mental como Alzheimer o demencia o...? ¿Y los sueños inacabados...? Y las confusiones... sueño/realidad.



Otro día. Ahora hay más imágenes o, mejor dicho, las imágenes son más claras. Yo seguía una fila de personas, no recuerdo para qué ni a dónde, pero ahí iba. De pronto me encontré con una especie de escalera de piedra y una especie de balcón y entonces quienes yo iba siguiendo iban del otro lado, es decir en dirección opuesta a mí, sin embargo yo continuaba siguiendo a otras personas. Alguien me ayudó a subir esos altos, resbalosos y difíciles escalones de piedra y pude pasar del otro lado entre algunas matas. Eso es todo. Hay más, pero por el momento no lo recuerdo.

Reconozco que me molestan muchas cosas, que no soy una persona fácil. Me molesta tener las gafas sucias o con alguna brizna o empañadas, me molesta que los perros ladren de manera intermitente, ¿no se escuchan a sí mismos?
Susana Arroyo-Furphy
Me molesta que lo hagan sin ninguna razón aparente. Me molesta la guerra de Irak y la indiferencia de todo el mundo frente a las estúpidas ideas de un hombre ridículamente imbécil que inició una guerra buscando misiles atómicos y que nunca los encontró tras haber ejecutado a Hussein y tras haber degradado al pueblo irakí. Me molesta que ese país decida la economía mundial, los modos de vida de la gente; que las costumbres milenarias sean cambiadas solo porque de repente nos volvimos globalizados. Me molesta mucho la globalización. Al fin la entendí: no es un proceso para compartir lo que unos tienen de bueno y de más con los que no lo tienen, no es una ayuda mutua, no es poder migrar de un país a otro como si se fuese ciudadano del mundo, no es el libre comercio. Aunque tampoco me gusta el libre comercio. Pero detesto aún más la globalización pues ahora, todos, inclusive los más ingenuos, sabemos que es una forma legal de quitar a los pobres lo que producen, regatearles, humillarlos, despreciarlos y todo en aras de la legalizada globalización; me molesta que se haya envilecido a la humanidad, a la gente pobre que ocupa el setenta por ciento del planeta.

Odio la inmigración, llamada como tal, que nos llamen inmigrantes de manera despectiva, pues cuando un inglés o estadounidense, sí, no norteamericano ni americano pues norteamericanos y americanos somos también los nacidos en México y los nacidos en Canadá pues no hablamos ya que ellos casi no hablan, además en Canadá hay más inmigrantes que canadienses. Y a fin de cuentas, ¿quiénes son los estadounidenses? Un puñado de inmigrantes. Pues cuando un inglés o un estadounidense –decía- vive en otro país no es llamado inmigrante. Las connotaciones del término siempre son peyorativas. Me molesta también la mentira, la falsedad, sí, como lo diría Masiel en “Rosas en el mar”.
Esta vez había mucha agua, era como un dique, como una enorme presa. Yo tenía que sortear muchos caminos. Luego vinieron las bombas, yo veía cómo se lanzaban. La ciudad estaba en pánico total. Había alguien junto a mí, luego no.
Admiro la estrepitosa facilidad con la que se duerme. Yo quisiera que a mí me sucediera eso pero no, paso minutos y a veces horas dando vueltas, buscando la postura adecuada, la más cómoda, aunque a veces pienso que si alguien me tomara una foto de picada (es decir, arriba de mí y como si fuera desde el cielo-techo), me encontraría hecha un nudo. Una pierna sobre el hueso femoral que en la parte anteroposterior y cerca del tobillo me ha dado mucho dolor recientemente, no es un dolor agudo sino uno fuerte, punzante, serio, como de quedarse ahí. El brazo, qué hacer con él cuando no se le halla sitio, quizá colocar la mano a la altura del pecho y dejar el codo libre, así no pesa. Pero lo cierto es que al no tener apoyo real, cansa y a veces despierto con un hormigueo que se convierte en adormilamiento; la sensación puede ser agradable al principio pero luego de algún tiempo (cuando estoy dormida no sé realmente cuánto, si son minutos, segundos o varias horas), esa agradable sensación del inicio se convierte en un malestar que estoy segura de que hace una sincera intervención en el sueño. No sé si los analistas estén de acuerdo conmigo, mas no me preocupa mucho pues aún entre ellos no se pueden poner de acuerdo. Qué es lo que afecta el sueño MOR, el conticinio, lo llamaba Sor Juana, el sueño de la madrugada, el del canto del gallo. Pero todo esto aún se cree, igualito como sucedía en el siglo 17. No ha habido avances en las investigaciones sobre el sueño, es una pena. Como mis senos han crecido tanto, debo buscarles acomodo. Qué horror. Ya no son aquellos senos tímidos que se quedaban en cualquier postura, aún boca abajo. Ahora son exigentes, demandan un lugar, el adecuado reposo de su tejido adiposo, aunque creo que está formado por algo más pero ahora que he subido tanto de peso y que mis senos hacen gala de este nuevo aspecto, me doy cuenta de que ya no son simplemente perceptibles sino imposibles! La cara y la cabeza. Si no le doy importancia, entonces la oreja que queda debajo en posición lateral se tuerce sobre sí misma. Eso lo puedo comprobar cuando por las mañanas me miro al espejo, oh, traidor, y miro el lóbulo de la oreja que sufrió mayor martirio. Entonces observo cómo en la parte inferior hay una línea que alguna vez fue delgada y ahora se ostenta como un franco y perfecto trazo que baja desde el oído externo hasta el borde del lóbulo atravesando, casi siempre, el agujero en el que se cuelgan los pendientes. Es verdaderamente asquerosa, repugnante. Me estoy haciendo vieja. No, mejor dicho, ya lo estoy. Observo a las personas seniles en los mercados o en las filas del cine y tienen esa misma marca, la marca del zorro viejo. Había bombas. Y corríamos, yo entre la multitud. Era una masacre. Los vi, vi a los muertos. Y desperté con mis orejas cuasi-cercenadas, dolientes, una más que la otra. Pienso que el adormecimiento de los dedos, de las manos, de los brazos, de las orejas, influye poderosamente en los sueños-pesadillas, ¿o no?

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